
Crítica: Pecadores (Ryan Coogler, 2025)
Desde Fruitvale Station (2013) que Ryan Coogler no trabajaba con un material propio que le sirvió como catapulta para insertarse en el mainstream hollywoodense aportando un acercamiento hacia la saga de Rocky en Creed (2015) y finalmente dos entregas de Pantera negra para Marvel en 2018 y 2022 respectivamente.
Coogler ha bebido de las aguas del prestigio (con una gran aceptación de la crítica) y de la popularidad con películas muy taquilleras. El resultado de esta conjugación para el mainstream hace que el director, en su próxima incursión cinematográfica, pueda tener luz verde para poder filmar lo que tenga ganas, y un poco de esta forma se explica que Pecadores (2025) aparezca en la cartelera.
Protagonizada por su actor fetiche, Michael B. Jordan, quien lo acompaña a lo largo de toda su filmografía, Pecadores transcurre en la Mississippi de 1932 donde los gemelos Smoke y Stack (interpretados por Jordan en doble papel) regresan de Chicago luego de trabajar como gangsters con una gran suma de dinero para abrir un lugar nocturno para baile, música en vivo, bebidas y apuestas. Allí se van a encontrar con personajes que marcaron su pasado y desencadenará el acecho del mal de una forma impensada.
Si bien la nueva película de Coogler es una super producción de estudio y es vendida como tal, funciona como un arma de doble filo para el espectador abierto a cualquier cosa o a aquel al que efectivamente solo le interesa el cine conocido como “Blockbuster”, porque la película va a contramano de lo usual en estos tiempos.
Durante 137 minutos, se toma su tiempo para establecer absolutamente todo, no corre, no tiene apuro. La historia se construye paso a paso y para el espectador impaciente esto puede ser un factor determinante para expulsarlo de la experiencia. Por supuesto, que luego de todo el establecimiento, el clímax es una fiesta más que disfrutable con altas dosis de tensión, pero también puede llegar a marear por lo ambiciosa que la película busca ser a pesar de no tomarse tan en serio a sí misma.
Sinners puede ser un musical, un western, un drama de época, una de vampiros, una comedia, y todo eso condensado en un cocktail que a veces puede quedar bien y otras veces no termina de congeniar. Si Crossroads (1986) de Walter Hill tuviera un hijo con Del crepúsculo al amanecer (1996) de Robert Rodríguez y su familia estuviera integrada por La cosa (1982) de John Carpenter o Django sin cadenas (2012) de Quentin Tarantino, probablemente ese hijo sería esta película. Y como se puede ver, uno de los problemas del film es que quiere ser muchas cosas al mismo tiempo y no decide cual.
Notarán que hay mucha ambivalencia en estas líneas, y es completamente entendible luego de una película así a esta escala. Puede ser un éxito fugaz con un boca a boca posterior con posturas mixtas como puede ser un éxito arrollador. Puede ser la confirmación de Coogler como uno de los grandes exponentes del mainstream hollywoodense o un fracaso que lo obligue a volver a las franquicias. Todo está por verse.
Aún así, es para celebrar que esta película exista en tiempos de inmediatez y que no se asumen riesgos de contar historias por fuera de franquicias, sagas, remakes, adaptaciones, etc. Un director tuvo un cheque en blanco para hacer lo que quisiera y eligió hacer un western de vampiros para representar el exterminio racial a lo largo de la historia, con la sutileza que no tuvo Spike Lee en El infiltrado del KKKlan (2017), por poner un ejemplo.
Dejen entrar a Sinners y saquen sus conclusiones.
ADVERTENCIA: No abandonen la sala después de los créditos.

Redactor de Zonasyc. Comunicador cinéfilo. A veces, intento ser cineasta.