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EL ARQUITECTO DE MENTIRAS (Reseña de El hombre que amaba los platos voladores, 2024)

Hasta el día de hoy, solo fuí lo que soy, aprendiz de Quijote

He podido luchar y hasta a veces ganar, sin perder el bigote

Ahora debo pensar que no pueden dejar de sonar las campanas

Aunque tenga que hacer, más que hoy y que ayer

A partir de mañana.

Alberto Cortez

Creer o reventar. Hace 40 años, en tiempos donde internet era solo un argumento ilusorio de alguna novela de ciencia ficción, en la televisión argentina, José de Zer ponía al aire historias que ponían al espectador en la cornisa de la elección entre la verdad y la mentira, donde miles de familias frente al televisor demostraban que decidían apartar por un instante la cruda realidad que los embargaba y hacer de la mentira una verdad irresistible. Hoy, en tiempos en donde todo se cuestiona, y con numerosos espacios en donde explayar esos cuestionamientos como Youtube, Tiktok, X, o la red social que fuere, el solo ejemplo de una cobertura siempre al borde fino del inverosímil desde el Cerro Uritorco de Capilla del Monte en Córdoba en busca de demostrar la posible presencia de seres de otro planeta.

Hace unas semanas se estrenó en el Festival de Cine de San Sebastián, El hombre que amaba los platos voladores (2024), la nueva película de Diego Lerman que se basa en la vida de José de Zer, interpretado por el inmejorable Leonardo Sbaraglia, que tuvo un breve paso en pocas salas del país y desde hace días está disponible en Netflix. 

En esta fábula, José (Leonardo Sbaraglia) es un periodista de espectáculo en plena temporada de verano en Carlos Paz. Ante un infortunado inconveniente de salud recibe la propuesta de cubrir periodísticamente junto a su compañero camarógrafo inseparable, Carlos “El chango” Torres, en el pueblo minero de La Candelaria un enorme círculo quemado en un pastizal entre las colinas que denotaban una posible señal alienígena. El rating no para de crecer, y no aparecen pruebas contundentes; ese no va a ser el impedimento para que el periodista con la sedienta necesidad de contar una buena historia haga lo que sea necesario para demostrar su verdad.

El hombre que amaba a los platos voladores es una propuesta osada dentro de la filmografía de Diego Lerman. Por primera vez adopta una narrativa a gran escala y hace una comedia, tono inexplorado previamente en su obra junto con muy buenas dosis del cine fantástico, con tintes de Encuentros cercanos del tercer tipo (1977) de Steven Spielberg, con una efectiva mezcla en términos de fotografía del uso de lentes anamórficos que distorsionan la imagen junto con el U-Matic, formato desaparecido propio de las notas televisivas en los 80.

Leonardo Sbaraglia se carga la película en los hombros en un registro ideal durante estos últimos tiempos en donde decide arriesgarse con resultados sumamente positivos a recostarse sobre su faceta histriónica y física para la comedia.

Es imposible no pensar mientras transcurre la historia en que estamos viendo una película dentro de una película, para ser más claro, una construcción ficcional de la realidad dentro de otra. José está obsesionado e insoportable con la necesidad de tener un plano aéreo del lugar, todos los productores se lo niegan rotundamente pero él insiste incansablemente, es uno de los aportes fundamentales para construir esa verdad. El tiene todo en su mente, su visión es indeclinable y hará todo lo que esté a su alcance para lograr su visión, desde dirigir a un niño inexperto para dar testimonio a cámara sobre como desde el avistamiento de los ovnis su pelo pasó de negro a canoso instantáneamente, usar a los lugareños como actores/actrices secundarios/as y como miembros de un equipo de producción que aprende mientras hace. José llega al punto de dudar de su propia creación hasta llegar al límite de que su vida dependa de ello con reminiscencia a Ace In The Hole (1951) de Billy Wilder, con un periodista como protagonista que buscaba revitalizar su carrera, si bien el periodista interpretado en 1951 por Kirk Douglas sostenía en su codicia la salud de una persona atrapada en un túnel, aquí la ambición solo recae en la vida del propio De Zer.

La nueva película de Lerman comienza como una comedia que termina robandote el corazón, con la ternura y familiaridad de cualquier película de sábado por la tarde con un equilibrio justo entre lo ridículo y lo dramático, digno de su personaje protagonista. Cabe destacar que es una película posible únicamente gracias a la producción de Netflix, una escala semejante en términos de locaciones y efectos visuales (muy destacables) demuestra que desde hace varios años (y parece que por bastantes más) la única forma de poder realizar una producción semejante dependa de que intervenga en su producción una plataforma de streaming, como hace años atrás lo eran canales de televisión de aire como Telefé o Canal 13. 

El hombre que amaba los platos voladores es un homenaje a un arquitecto de mentiras, en el mejor de los sentidos. Un mentiroso que desea que le crean, no para mofarse de sus víctimas vestidas de espectadores sino para brindarles un buen rato frente al televisor. En un karaoke, José canta A partir de mañana de Alberto Cortez. Acaba de lograr el éxito con su primera cobertura, a partir de mañana va a empezar a rodar por mejores caminos, y va a hacer lo que tenga que hacer, más que hoy y que ayer para que le crean y lo quieran, por sobre todas las cosas.

Muchas veces se considera al entretenimiento como ese factor que eclipsa al individuo de poder observar la cruda realidad que lo rodea, probablemente sea un pensamiento bastante apocalíptico, pero podemos pensar en entretenerse como una mentira piadosa, no por compasión sino por necesidad. Sabemos que todo está por reventar, pero hay arquitectos de mentiras en el cine, la televisión y tantos otros medios que construyen fábulas mentirosas con el único fin de que frenemos un instante nuestra cotidianeidad y nos sumerjamos en universos imposibles que por una mínima porción de tiempo consideraremos posibles y reales, cuando elegimos creer por sobre reventar, ese artificio que José activa cada vez que le dice a su compañero: “seguime, Chango” y nos invita a la aventura. 

El hombre que amaba los platos voladores está disponible en Netflix.

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