Pedro Paramo

Pedro Páramo, construir desde el conjunto

En lugar de analizar la película que Netflix estrenó a fines del año pasado, opté por una opción menos noticiosa: recomendar Pedro Páramo, la obra literaria que lleva más de cinco décadas desde su primera publicación. Aunque la longevidad de su existencia podría restarle novedad, las virtudes propias del libro la revalorizan por sí mismo.

Escrito por Juan Rulfo, Pedro Páramo es una de las piezas precursoras del realismo mágico. Tanto es así que la admiración de Gabriel García Márquez, autor más laureado del género, quedó plasmada en elogios como este:

“A Juan Rulfo se le reprocha mucho que solo haya escrito *Pedro Páramo*. Se lo molesta siempre preguntándole cuándo tendrá otro libro. Es un error. En primer término, para mí, los cuentos de Rulfo son tan importantes como su novela *Pedro Páramo*, que, lo repito, es para mí, si no la mejor, si no la más larga, si no la más importante, sí la más bella de las novelas que se han escrito jamás en lengua castellana. Yo nunca le pregunto a un escritor por qué no escribe más. Pero en el caso de Rulfo soy mucho más cuidadoso. Si yo hubiera escrito *Pedro Páramo* no me preocuparía ni volvería a escribir nunca en mi vida.”

Pasando estrictamente a lo literario, hay muchas aristas para abordar esta obra. Las temáticas que trata, la sensibilidad con la que lo hace, su abordaje político, su contexto historico, la representacion de Mexico en dicho contexto y su belleza estructural son algunas de ellas. Sin embargo, quizás el aspecto más virtuoso de Pedro Paramo sea su capacidad para convertir narraciones individuales en una historia colectiva.

Pedro Páramo

El libro comienza con un joven que, tras el fallecimiento de su madre, decide cumplir su última voluntad: viajar al pueblo donde ella creció. Su propósito es conocer a su padre, aunque al llegar descubre que murió hace mucho tiempo. En su búsqueda por respuestas, el lector va reconstruyendo la historia del lugar y del padre del joven mediante las vivencias personales de distintos personajes.

Es como si Rulfo agarrara LAM, con los «chismes» de los habitantes como hilo, y lograra transformarlo en una historia en común, donde abunda la crudeza y la sensibilidad, retratando los actos más ruines con una belleza que contrasta el propio hecho. Todo eso se ve mezclado en una historia de poder, mezquindad y soledad, con una narración que parece inmersiva, casi onírica.

A través de todo el libro, el autor une historias de diferentes generaciones, entrelazando el presente con los recuerdos de manera constante. Este recurso narrativo, aunque confuso a primera lectura por la cantidad y la ocasionalidad de algunos personajes, lejos de ser un obstáculo, enriquece más al texto. Quizás haya que releer ciertos pasajes para entender quién habla o cuándo ocurre la acción, pero esa confusión inicial sólo intensifica la recompensa final.

Otro gran acierto es la irrupción del contexto histórico en el relato. En plena inmersión, cuando la atmósfera ya parece asentada, emergen de forma sorpresiva elementos propios de la época y del lugar, irrumpiendo en la narración no como una distracción, sino como una revelación que enriquece aún más la trama.

La novela más hermosa que haya escrito cualquier autor

Incluso habiendo marcado algunas virtudes, se pueden destacar aún más aspectos en este libro, desde su uso del realismo mágico -el cual no profundizaré- hasta la verosimilitud con la que narra los actos más terribles imaginables.

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Lejos de buscar originalidad, y porque poco más se puede decir después de semejante elogio de semejante autor, citaré de nuevo a Gabo para intentar persuadir a cualquier potencial lector para que se acerque a Pedro Páramo:

“Juan Rulfo ha escrito una sola novela, solo una novela, la novela más hermosa que haya escrito cualquier autor.”

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