«Afire»: entender el arte, el amor y la vida
Entre el agua y el fuego. La inacción y la pasión, entre la vida y la muerte, entre el arte y lo superfluo.
León (Thomas Schubert) es un escritor cuyo primer libro fue un éxito y se dirige de vacaciones con su amigo Felix (Langston Uibel), a una casa en la playa del Mar Báltico (que pertenecía al difunto padre de este último) para terminar de darle forma a su segunda obra mientras su amigo completa su porfolio de fotógrafo.
León parece metódico, estructurado, con miedo a actuar. Todo parece darle igual si es que no se asemeja a sus rígidas estructuras de pensamiento. Parece tenerle miedo a improvisar, en definitiva, a vivir. Esto comenzará a cambiar cuando conozca a Nadja (Paula Beer): una chica que se está hospedando en la misma casa y que parece tener una vida sexual activa, algo que intriga y molesta a León a partes iguales. En parte por lo diminuta de la casa, y en parte por celos de ese estilo de vida tan liberal.
Todo cambia cuando, luego de varias noches, decide dormir en el jardín cansado del ruido. En medio de la madrugada observa al amante de esta mujer, quién se aleja desnudo hacia el mar. Cansado de la situación, León encara para reclamarle su falta de empatía y buenas normas de convivencia a su compañera de residencia. Es allí, cuando León conoce a Nadja y se enamora a primera vista.
Luego de esta premisa, comienzo con un análisis de la película que contiene spoilers de la misma:
Fuego y agua como elementos clave
Es interesante como León parece temerle al mar, esa infinitud de entregarse a algo desconocido y puro, pero también algo que representa la quietud y la estabilidad, si se quiere, León sería la representación corpórea de este mar. Mar del cual se irá alejando cada vez más en la película, al menos hasta el final.
También es para destacar como el director, Christian Petzold dispone los elementos del fuego y el agua en Nadja y León. Nuestro protagonista demuestra cierta molestia al quedarse dormido en la playa, hay algo que lo acerca a este lugar, pero que parece, él no quiere dejar ser. Es este acto de estar, pero no quedarse, algo que repetirá a lo largo de toda la película.
Esto se resalta cuando se lo ve claramente molesto con Felix por su soltura y desfachatez, por su pensar artístico que León es incapaz de comprender, como cuando le muestra sus fotografías de retratos, los mismos retratos que su editor luego le elogia, acrecentando el malestar de León. En esa quietud y estabilidad de su vida, le molesta no tener control, no sentirse especial ni querido; y, sin embargo, no hace nada por cambiar.
A medida que estos sentimientos se desborden y desequilibren, ya sea por el distanciamiento con su amigo, por los celos que le provoca Devid e incluso por esa incapacidad de poder avanzar con Nadja, el fuego de los incendios forestales que azotan la región avanza, hasta quemarlo por dentro simbólicamente (aunque será literal en el caso de otros personajes). Este fuego, que representa pasión, fugacidad, descontrol, es algo que tiene su primera advertencia con una ambulancia en el centro de la ciudad cuando está con Felix. Allí tienen una conversación sobre Nadja al llevarle los cereales que le comieron la noche que llegaron a la casa. Mismo lugar en el que luego León descubrirá el trabajo de esta y donde su relación comienza a aflorar con más fuerza. Ella será la causante de su despertar, siendo la representación corpórea de este fuego.
El despertar del artista es también el despertar de su alma
La vida (y la muerte) azota la vida de León y es de estas experiencias las que lo irán despertando. Esa escena mágica en el bosque tan dura y vivaz, y que anticipan el final de otros personajes, es el despertar de León como humano, el encuentro en la morgue será su despertar como artista, al recordar una obra de arte en ese momento de extrema tristeza que solo puede verbalizar al asimilarlo de esta forma.
Esta relación entre vida y arte es fundamental en la película, como se construye lentamente, desde un primer momento, como es Nadja la primera que se atreve a criticar su obra: «SABES QUE ES UNA MIERDA», le dice ella a él, que también pudo haberle dicho, sabes que no estás viviendo, que esto no es lo mejor que podés dar. Ella no le ofrece más respuestas, las tendrá que encontrar (y que manera de encontrarlas) él mismo.
Así como se alejó del mar y del agua durante toda la película, volverá a ella tras la pérdida de Nadja y sus amigos. El fuego se disipó, pero ya transformó su vida, ahora puede terminar su segundo libro, uno mejor que finalizará con el retrato de Nadja (el fuego) observando el mar (León) tanto en la ficción o en el arte y que tiene su réplica en la realidad, con esos planos de miradas cruzadas.
Una relación que solo se hace posible, gracias al entendimiento del arte, y de la vida, a través de él.
Comunicador Social, redactor y periodista de cine para diferentes medios digitales.
De cine podemos hablar, pero con la constitución arriba de la mesa