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La tumba de las luciérnagas

La tumba de las luciérnagas es tanto la historia de un país sumergido en el proceso de duelo de su fantasía belicista como la de dos hermanos que luchan por seguir juntos, seguir vivos y seguir queriéndose.

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Esta película narra la historia de Seita, un adolescente que mientras la guerra llega a su fin trata de proteger a su hermana pequeña Setsuko. Cuando su madre muere en un bombardeo, Seita y Setsuko, incapaces de comunicarse con su padre, almirante de la marina, se refugian en casa de su tía.
En este contexto, la convivencia no funciona como a los hermanos les gustaría y se marchan a vivir solos en una cueva. Ambos intentan sobrevivir con el poco dinero que les queda hasta morir de debilidad extrema por falta de alimentos. El director Takahata nos muestra la muerte de Seita en el comienzo de la película, y es su fantasma el que se convierte en narrador de la historia. De un plumazo, se marca el tono inevitablemente trágico de la película.
Los mas destacable son todos los esfuerzos de Seita están encaminados a evitar que su hermana de cuatro años sufra: le oculta la muerte de su madre, decide abandonar la seguridad de la casa de su tía cuando Setsuko comenta que no le gusta y busca comida desesperadamente para alimentarla y mantenerla viva. La trama nos muestra al joven construyendo una realidad en la que solo existen su hermana y él, apartados del mundo y de la guerra. Cuando los dos van a la playa a jugar y bañarse, él impide que su hermana mire a un cadáver oculto entre dos barcos, de la misma forma que la entretiene haciendo ejercicios en una barra en el momento en que la niña se entera de que su madre está enferma.

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Mirada solo desde esta perspectiva, La tumba de las luciérnagas podría ser un sentido melodrama sobre los esfuerzos de un joven por preservar la inocencia de su hermana. Al mantener el foco narrativo en Seita, la película nos permite ver lo que el joven ve, ese Japón en ruinas, pero también sus fantasías. Seita sueña con volver a la época anterior a la guerra, volver a estar protegido bajo la sombra de su cariñosa madre y la imponente figura paterna, ese almirante al que solo se muestra fuerte como un hierro y uniformado, militar antes que padre. Es a esta época a la que hace referencia cuando, en mitad de la noche, se despierta cantando una canción bélica que habla sobre aplastar al enemigo. Al terminar una estrofa, Seita juega a ametrallar a sus enemigos mientras imita el ruido de las balas con la boca. Es en este momento, con un gesto muy sutil, cuando el director Takahata nos indica que no estábamos viendo lo que creíamos.
Cuando Seita vuelve a tumbarse y se acurruca junto a su hermana buscando algo de calor humano, ella lo echa quejándose de que no la deja dormir. Entonces se hace evidente hasta qué punto Seita necesita a Setsuko mucho más que su hermana a él. Este muchacho que anhela volver al Japón glorioso que iba a poner de rodillas a sus enemigos y conquistar el mundo está usando a su hermana como escudo para negar la realidad que lo rodea, lo oprime y lo entristece hasta niveles que es incapaz de procesar.
Pero Takahata se asegura de que este acto de negación no esté pegado con el amor que Seita siente por Setsuko, trabajando siempre con esa dualidad que mencionaba Kurosawa.

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COMENTARIOS PERSONALES: Esta película logra mantener la dualidad tan compleja en los protagonistas que implica estar siempre jugando a construir una realidad propia de dos niños, llena de curiosidad, inocencia y asombro, para luego romper una y otra vez el sueño según la guerra llame a la puerta. Toda la película está narrada por Seita después de su muerte, y los fantasmas de este y su hermana deambulan por el tiempo y el espacio observando sus acciones y contemplando qué los condujo a su trágico destino. Es a través de esa herramienta que el director Takahata, más interesado en hablar de la sociedad japonesa que de la guerra, nos fuerza a mirar al pasado. Cuando alcanzamos el último plano, con los dos espectros observando el nuevo Japón, iluminado como un millar de luciérnagas, construido sobre las ruinas del antiguo, se entiende que la película no buscaba otra cosa que recordarnos que ese espíritu prebélico, victorioso e imperialista, aún sigue presente. Oculto y debilitado quizás, pero esperando a alguien como Shinzo Abe que vuelva a avivar la llama de los peores errores de la humanidad.

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